Crisis, problemas, accidentes, enfermedades, pérdidas, traiciones, etc., suceden a muchas personas todos los días. En las noticias como en testimonios personales, los escuchamos. Y nosotros mismos también en mas de alguna ocasión, hemos padecido y sufrido algo de eso.

Por supuesto ninguna de estas situaciones producen alegría, sino mas bien tristeza, hasta enojo; y si no se saben enfrentar y resolver, producirán amargura y resentimiento. La pregunta que surge inmediatamente es ¿Por qué me pasa esto a mí? En lugar de preguntar por qué, mejor preguntémonos, para qué. Es decir, hay una razón. Aunque no veamos esa razón, ni entendamos para qué, existe algo.

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.» Romanos 8:28. Aquí está la respuesta, «todo ayuda a bien». Aunque duela, moleste e incomode, el objetivo de la prueba no es el mal de quien lo padece, sino su bien. Cuesta entenderlo y aceptarlo, ya que no es fácil ni sencillo mientras se sufre y se llora, pero es la realidad. Todo significa eso precisamente, todo.

El objetivo de esas pruebas y dificultades, no es el mal sino el bien de quien las vive. La frase «todas las cosas ayudan a bien», define que conforme esos objetivos, así serán de intensas, duraderas y fuertes las pruebas. ¿Qué busca Dios en nuestras vidas? Cambiarnos y mejorarnos en nuestro carácter y criterio.

Hay tanto que cambiar, tanto que dejar y tanto por alcanzar. Hemos vivido años en los cuales no hicimos lo que teníamos que hacer, y además hicimos lo que no teníamos que hacer. Hemos aprendido malas actitudes. Tenemos malacrianzas de  nuestros progenitores. ¿Entonces? Necesitamos dejar de ser esos malcriados, abusivos, prepotentes, insolentes y engreídos. ¿Incluso con quiénes nos juntamos y relacionamos? De esas personas hemos aprendido a ser hipócritas y mentirosos.

Pero no a cualquiera todo le ayuda a bien. Porque muchos a pesar de padecer, no tienen cambios visibles y palpables. Por el contrario siguen actuando erróneamente. Siguen teniendo resultados pésimos. Y esto ocurre así porque hay dos requisitos para que todo ayude a bien: Amar a Dios y ser llamado conforme a Su propósito. Si cumplimos esos dos requisitos, el proceso hacia nuestra transformación de nuestro carácter y criterio por medio de las pruebas, será real.

La prueba del amor a Dios, es hacer lo que El desea y por lo tanto pide. «Si me amáis, guardad mis mandamientos.» Juan 14:15. Porque cuando se ama de verdad, por ese amor se obedece. Y al guardar sus mandamientos, El da y nosotros recibimos sus buenos resultados. Hay cambios, hay progreso en todos los sentidos. Y los que nos rodean lo testifican. Lo notan.

Cuando somos alcanzados por el amor de Dios, su redención se hace efectiva porque la aceptamos, cumpliéndose así nuestro propósito: «Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.» Salmos 138:8. Dios tiene un propósito general para todos Sus hijos, y además tiene propósitos personales e individuales para cada quien.

Si amamos a Dios y conforme a su propósito hemos sido llamados por El, se cumplirá la promesa. «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.» Isaías 26:3.

Creamos, confiemos y esperemos en Dios. Todo nos ayuda a bien, tanto lo que sucedió como lo que no. Dios tiene la última palabra y está en control de todo.

• Francisco Gudiel – FG –

Deja un comentario

PUBLICACIONES RECIENTES

CITA DE LA SEMANA

«Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.»

Salmos 119:105 RVR1960