Todos tenemos un familiar, un amigo o un conocido que se comporta mal, creando problemas y daños a eĺlos mismos como a quienes viven a su alrededor. Les buscamos, aconsejamos e incluso a veces hasta les regañamos con la intención enmienden sus caminos, por su bien y el de sus familias.

Pero no cambian. Por ejemplo tienen problemas con los vicios y adicciones, manejo de la ira, falta de responsabilidad, mentira, etc. Si nos escuchan no cambian, y si lo logran es un cambio temporal para luego volver a caer nuevamente. Esto por supuesto desespera y frustra a cualquiera.
Considero que el problema está en que nos enfocamos en sus acciones, sin tomar en cuenta que ellas son el resultado de lo que tienen en su mente y en su corazón. Es decir, lo que la persona es, por eso así actúan.
No se puede dar lo que no se tiene. «Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.» Lucas 6:44. ¿Qué tendría que hacer el espino para dar higos? Dejar de ser espino. ¿Qué tendría que hacer la zarza para dar uvas? Dejar de ser zarza.
Muchos árboles a simple vista parecen estar sanos, fuertes y ser capaces de fructificar. Por lo que se espera de ellos frutos de acuerdo a su razón de existir, ya sea de alimento o decoración, e incluso de reproducción. ¿Saben que lo mismo sucede con los seres humanos? De cada persona se espera frutos acorde según su propósito en la vida y además sean de buena calidad.
¿Qué se cambia, el árbol o el fruto? El punto no es el fruto, sino el árbol que produce dicho fruto. Se busca sanar el árbol desde sus raíces hasta sus hojas y frutos. Porque la clase de fruto será el producto de lo que es capaz de producir el árbol. «No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.» Lucas 6:43. Incluso aunque produjeran el fruto según su género, es probable sea un fruto de mala calidad. Insalubre e imposible de comer.
Existen en general dos clases de personas. La mala y la buena. «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.» Lucas 6:45. Y no son sus obras las que le hacen bueno o malo. La persona es buena o mala según sus pensamientos, sentimientos y emociones. Sus frutos como con el árbol, son el resultado de lo que es la persona en cuestión.
El egoísta piensa sólo en sí mismo, porque es egoísta. El mentiroso miente, porque es mentiroso. El borracho se embriaga, porque es borracho. El asesino mata, porque es asesino. El adúltero engaña a su pareja, porque es adúltero. El ladrón roba, porque es ladrón. Etc. La lista es interminable.
Todo lo que se tiene interiormente es un tesoro. Nuestros valores y principios, nuestro criterio, nuestros prejuicios, nuestros complejos y traumas, la forma como reaccionamos a los estímulos, si somos capaces de perdonar o no. Ese es nuestro tesoro, ya sea bueno o malo, siendo necesario que trabajemos con nosotros mismos para que ese tesoro malo se convierta en bueno y para que el bueno no se convierta en malo. «Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.» Mateo 15:18-19.
Busquemos cambiar el interior de la persona, no ataquemos su comportamiento, ni sus actitudes. Busquemos también cambiar nuestro interior. Si cambiamos el interior, cambiarán los frutos que demos.
• Francisco Gudiel – FG –
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