
No es lo mismo sentir remordimiento a sentir arrepentimiento. El remordimiento es un dolor o pena por lo hecho o dicho, sin haber cambio alguno, ya que se sigue siendo la misma persona. El arrepentimiento es un dolor o pena también, pero que produce un cambio tanto de actitud y de conducta, llegando a ser otra persona totalmente diferente.
Es común en algún momento hayamos visto personas llorar después del cometimiento de una falta. Llorando por la presión que sufren al ser descubiertos o el sufrimiento por lo que padecen, para a los días volver a cometer la misma falta otra vez. ¿Qué hubo allí entonces? Un fugaz remordimiento. El arrepentimiento produce frutos que son permanentes y a largo plazo. El remordimiento produce frutos temporales y a corto plazo, no duran.
El arrepentimiento es ir hacia un punto y súbitamente girar 180 grados. No es cruzar a la derecha o a la izquierda, es voltearse totalmente y caminar hacia el lado opuesto. ¿Cómo es posible lograrlo? Con un cambio de mente que produce resultados de vida para vida. «Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,» Mateo 3:8. El arrepentimiento verdadero y genuino, produce acciones y actitudes nuevas positivas para uno mismo y para los demás.
El arrepentimiento nos permite ver y aceptar exactamente de que somos responsables. Nos permite entender el por qué actuamos así. Es un proceso de pensamientos e ideas, que nos encamina a dejar de hacer lo incorrecto e iniciar lo correcto. Es tener conciencia de la realidad que vivimos, dejando de mentirnos a nosotros mismos.
Un ejemplo fácil de entender esto, es Judas cuando traicionó a Jesús, entregándole a sus enemigos. Cuando reaccionó a su traición, en su remordimiento les devolvió las 30 monedas de plata a los del Sanedrín, y luego salió para ahorcarse. «Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.» Mateo 27:3-5. ¿Por qué Judas atentó contra sí mismo? Sintió pesar y dolor por lo que había hecho, pero no hizo nada para remediarlo. El arrepentimiento no produce cobardía, sino valentía y paz, dando paso al cambio. Judas no se volvió a Jesús buscando enmendar el daño, sino que se volvió a sí mismo, encontrando en su mente y corazón temor, hipocresía, culpa y cobardía.
Se requiere valor para aceptar nuestros defectos, nuestros traumas, nuestras falencias y carencias sin que nos detenga y paralice la vergüenza. Porque por naturaleza nos creemos y sentimos ser lo mejor. De allí la necesidad de que el valor sea nuestra primera virtud. Y cuando comenzamos a pensar y aceptar nuestra realidad, es el valor personal que nos lleva a hacerlo. ¡Somos valientes!
• Francisco Gudiel (Más acerca del valor)
El arrepentimiento produce valor y determinación para enfrentarse y corregirse uno mismo. En La Biblia, la palabra griega para «arrepentimiento» es metanoia (μετάνοια), que significa cambio de mente o cambio de dirección.

Sin arrepentimiento nos volvemos religiosos hipócritas y mentirosos. Y la culpa nos embarga, hundiéndonos en la auto conmiseración de víctimas. Aparentando ser sin ser, aparentando estar sin estar y aparentando tener sin tener. «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,» Hechos 3:19.
Cuando hay arrepentimiento uno se aparta de personas, lugares y situaciones que lo llevan al mal y a la destrucción. ¡Sólo así se sale del hoyo! Pero para eso, debe pensar diferente, creciendo en su criterio personal.
«En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.» Efesios 4:22-24.
• Francisco Gudiel – FG –
Deja un comentario